jueves, 18 de febrero de 2010

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: Relatos de los alumnos de BULGARIA


1º RELATO

“¡Qué delgada, Matilda!”

Septiembre 2008: Los padres de Matilda se habían divorciado hacía unos meses. Su madre alquiló un apartamento en una ciudad pequеñita. Todo era nuevo para ellas – la gente, el colegio, la vida en total. Matilda entonces tenía 14 años. Era rubia, de ojos negros como el azabache y tenía una sonrisa preciosa. Era una chica amable y serena, pero todavía no había sobrevivido la separación de sus padres. Tenía estatura de 169 cm y pesaba 53 kg.

Noviembre 2008: Ya habían empezado las clases en el nuevo colegio. Matilda conoció a los chicos y chicas, se divertía con ellos, pero seguía desesperada de lo que había sucedido en su familia. No lo admitía, pero quería que le prestaran más atención, que la notaran, porque en las profundidades de su alma echaba muchísimo de menos a su papá y a la familia que tuvo antes. Decidió que era necesario que adelgazara y empezó a comer solamente comida saludable – verduras y frutas, a veces pescado y a veces pechuga. Todo lo demás era totalmente prohibido. Ya pesaba 50 kg.

Enero 2009: El fin del semester se acercaba. En general Matilda era muy lista y siempre trataba de sacar las mejores notas posibles. Pero este año las notas no la interesaban de ningún modo. En su mente solo estaba la figura imaginaria de modelo que no la dejaba en paz. Se ponía a menudo ropa ajustada y … un día por fin sucedió lo que ella tanto esperaba. La notaron. Le dijeron: “¡Qué delgada, Matilda!” Pero esto no era suficiente, ¡debía adelgazar aún más! Llegó el día en el que no comió nada. Absolutamente nada. Se sentía perfectamente y pensó que si podía no comer nada un día, podía seguir así el siguiente día. Y el siguiente, y el siguiente.... Pesaba 46 kg.

Marzo 2009: Los profesores, los compañeros de clase y los amigos de Matilda ya notaban el cambio frapante en su aspecto físico. Estaban preocupados, pero ella los calmaba diciéndo que se sentía bien. Todo seguía como antes – agua, té y frutas (a veces). Pesaba 40 kg.

Mayo 2009: Su madre se había preocupado aún más y un día vino a casa después de trabajo con un pedazo de pastel con chocolate y crema. Llamó a Matilda y le dijo que hasta que no comiera el pastel, no se iría a dormir. La mamá dijo que si era necesario, se quedaría allí toda la noche. Matilda lloraba a lágrima viva delante del pastel pensando en lo que iba a suceder con su figura. Rogaba a su mamá, pero ella seguía siendo implacable. No podía escoger – comió el pastel y se fue a su cuarto. Se sentía horrible, ya entendía cómo había preocupado a la gente que la amaba. Se odiaba y a la vez se dio cuenta de que tenía que parar a destruirse la vida, pues ¡ solo tenía 14 años! .

...(dentro de unos meses)

...Matilda no se curó enseguida, era un largo proceso de recuperación del estado de ánimo y del estado físico con la ayuda de la familia y de los amigos. Ya no la importan los kilógramos. Disfruta de su vida y de su cuerpo y ...es muy feliz. Por fin.
Publicado por Maya

2º RELATO

En búsqueda de agua viva

Había una vez, en el más lejano confín del mundo, un reino mágico. Allí, la gente no conocía la carne y todos comían solo verduras y frutas. Por eso, todos los habitantes eran bellos y flacos como fideos. Allí vivía la más hermosa doncella del mundo – Caléndula, hija de la Luna y el Sol. Todos los días, ella andaba por las calles del reino, alucinando con su belleza a los ciudadanos. Su belleza era tan famosa, que desde todos los continentes llegaban príncipes para pedir su mano, pero ella siempre negaba, esperando el amor verdadero.

Un día, la bruja Quiquimora se enteró de la tranquilidad en que vivían los habitantes del reino mágico. Extrañada, ella ordenó a su gato Tiquismiquis que fuera al reino, para averiguar la razón. Tiquismiquis obedeció inmediatamente y empezó a buscar el reino mágico. Tres días y tres noches el pobre gato viajó por el mundo en búsqueda de información y al fin llegó a la zona limítrofe del reino. Cuidadoso, pero más curioso, el gato entró por las puertas y el primer momento no pudo creer en lo que veía. En el centro de la plaza mayor brillaba algo como estrella, algo que Tiquismiquis nunca había visto. Las caras de los ciudadanos estaban llenas de tranquilidad y de sueños. Alucinado, el gato se acercó a la estrella y cuando abrió sus ojos vio a Caléndula. Lleno de emoción, Tiquismiquis regresó a la cueva de Quiquimora y le contó todo lo que había visto. Envidiosa y enfadada, la bruja maldijo a la doncella que baje de peso cada día.

Días después, Caléndula salió a andar por las calles del reino y tranquilizar a la gente, como estaba acostumbrada. Pero bajando de peso, su ardor bajó también y su fuerza disminuyó. La gente no siguió tranquila, sino hubo pequeñas escaramuzas entre los ciudadanos. Asustado, el rey ordenó a su corte que encontrasen remedio para salvar a Caléndula, que continuó bajando de peso y empezó a parecer una anoréxica. Uno de los caballeros del séquito del rey, Plácido Sábado, al entender que la doncella fue maldecida, preguntó a su abuelo qué hacer. El anciano le dijo que hay solo un remedio, pero para encontrarlo se necesitaba mucho valor y empeño. Plácido, que estaba enamorado de Caléndula, dijo que iría al mundo de más allá para salvar su amor. Al oír eso, el viejo sonrió y le explicó al joven que esto era exactamente lo que tenía que hacer.

- Pero ¿qué tengo que buscar allí? – preguntó Plácido.

- Solo agua viva puede salvar la doncella. – el anciano sacó una botella llena de líquido transparente de su abrigo – Esto te ayudará.

- Pero ¿cómo me puede ayudar una botella? – dijo Plácido con inseguridad.

- Esto es una botella mágica. Cuando bebas del líquido que está dentro, irás al inframundo. Pero hay una regla – el viejo se levantó con empeño de su silla – has de regresar dentro de una hora. Si no... – el anciano abrazó a Plácido – !Ten Cuidado!

Entonces el joven entendió que no tenía tiempo para perder. Inmediatamente bebió el líquido, cuyo sabor parecía a cebolla caramelizada, cerró los ojos y cuando los abrió,vio algo tan extraño que por un segundo dudó si estaba en el mundo de más allá. En una mesa estaban sentados el Satanás y Hades, jugando al dominó. Entonces Plácido preguntó a Hádes dónde podía encontrar la fuente de agua viva. El segundo, muy feliz de haber visto algo diferente de cadáveres y condenados, le dijo con cortesía el lugar de la fuente – un poco detrás del Purgatorio,a la izquierda del río de sangre. Plácido, más extrañado que contento, dio las gracias a los señores del inframundo y continuó su marcha. Pero cuando estaba ya frente a la fuente, un pensamiento horrible le vino a la cabeza - ¿cómo iba a poner el agua viva en la botella,si el primer líquido todavía está dentro? El joven deliberó un poco en la situación y cuando le faltaban dos minutos para perder su alma, él bebió el líquido y mientras desaparecía, bebió del agua viva también.

Cuando regresó, vio que la situación estaba grave. Los ciudadanos estaban pegándose uno a otro, enfadados y llenos de odio.El joven empezó a correr como el viento y al fin llegó a la plaza mayor. Allí estaba Caléndula, que parecía una luciérnaga. Sin perder tiempo, Plácido la besó con todo el amor que tenía en su corazón, esperando algún milagro. Entonces las gotas del agua viva que estaban sobre los labios del joven, cayeron en la boca de la doncella. Hubo un breve silencio en que toda la gente estaba esperando la reacción de Caléndula. Entonces la más hermosa recuperó sus fuerzas, destruyendo el maldecido de Quiquimora, que con Tiquismiquis estaba en el inframundo jugando a dominó con el Satanás y Hádes. Nuestro héroe, Plácido Sábado se casó con Caléndula y de nuevo todos estaban felices y comieron perdices.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado...

Publicado por Martin (MasterM)


3º RELATO

El dulce de la vida

¡Qué dulce puede ser la vida!

Eso es lo que siempre he pensado yo. Y lo sigo pensando, pero ya mirando a las cosas de manera distinta, una manera que me permitió por fin sentir el gusto verdadero del vivir.

Me llamo Andreína y tengo 23 años. Toda mi vida me ha gustado la comida. Mientras a las otras niñitas, para hacerlas comérselo todo al almuerzo les cantaban canciones, las distraían con cuentos, incluso a veces les gritaban, mi madre nunca pudo quejarse de mi disciplina en la mesa, pues yo nunca dejaba el plato lleno. Y eso no solo para llegar al postre. No, a mi simplemente me daba gusto comer, gozar de la comida bien preparada. Me encantaba todo tipo de platos. Me parecían tan majestosos y al mismo tiempo excesivamente simples. La comida nunca te regañaba, no te juzgaba ni le molestaba lo que decías, no te hacía ni una sola pregunta. Estaba siempre ahí, esperando a que llegues, a que te sirva de motivo para que la sonrisa te ilumine la faz, a que te llena de felicidad y contento.

Creciendo un poco ya me convencí de que la cocina era el mejor lugar no solo de la casa sino de todo el mundo. Pasaba horas y horas ahí guisando viandas, revolviendo ensaladas, friendo papas, cosiendo pollos, mezclando sabores y al final, pues, gozando de mis creaciones al comérmelas todas yo misma. De hecho era inevitable que poco a poco subiera peso. Al fin y al cabo la escala terminó mostrando cifras de las que ahora ni me quiero recordar.

Pensaba que así era feliz pero trayéndolo todo eso a la memoria ahora me doy cuenta de que en realidad estaba afligidamente tratando de llenar un hueco que llevaba por dentro. No sabía a qué se debía pero era como si me falta algo, una pieza vital de mi comprensión del mundo sin la que me quedaba confundida, perdida, sola.

Pero entonces no me empeñaba en pensar en tal cosas. Me creía contenta, con mi cocina, mi comida y todos mis kilógramos excesos. Ya tenía 19 cuando un día todo cambió.

Era de otoño y yo pasaba por un puente pequeño en el parque cuando se me escapó de las manos una de mis manoplas. Cayó para abajo y yo, desesperada y desamparada, la observé zambullirse en el caudal del río cuya corriente poco a poca la alejó de mi mirada entristecida. Ya estaba por irme cuando oí otro salpico en el río. ¡Alguien se había quitado la chaqueta metiéndose en еl agua gélida y estaba nadando a toda velocidad persiguiendo a mi manopla! Por Dios, ¿estaba ese loco o qué? Era solo una manopla y además ni me conocía ese. ¿Qué fue lo que se le habría metido en la cabeza para hacer tal locura?

Sin embargo en unos minutos ya estaba fuera del río y junto a mí con una sonrisa en la cara, una clama sorprendente en los ojos y mi manopla en las manos.

¨ Se te perdió eso, ¿no? ¨

¨ Eh...pues sí... gracias. Pero, oye, ¿cómo se te ocurrió meterte en el agua a recogerlo con esas aguas de frío que pela? Era solo una manopla... Además, tú ni siquiera me conoces.¨

¨ Sí, es verdad.¨ Respondió con tranquilidad sin dejar de sonreír. ¨ Pero ¿por qué me va a importar eso? Si es solo una manopla u otra cosa... Lo importante fue hacer bien, comprobar mi existencia, vivir el momento. Y además, en ese mundo todos estamos conectados uno a otro, todos somos parte de la sociedad. Puede ser que no te conozca pero de manera alguna te siento, como tú a mí. ¿No es ese el sentido, poder estar conectado a los demás?¨

Así me dejó, inmutable, incapaz de asimilar lo pasado.

Nunca lo volví a ver. Ni supe su nombre. Pero sigo sintiéndolo como sé que él sigue sintiéndome a mí. Ya no me paso comiendo. Desde aquel día ya no sentía el tal hueco, ya no me daba ganas de devorar inabarcables cantidades de vianda.

Pero todavía me encanta la comida y todavía paso el día cocinando. Bueno, ya es distinto. Al preparar mis platos salgo a repartirlas entre mis parientes, mis amigos, la gente por el parque, los mendigos en la calle. Me da gusto ver el asombro en sus ojos, observar la sonrisa iluminarles el rostro. Siento la conexión con las personas aun más fuerte y sé que los demás, al aceptar mi bizcochos de chocolate, también se dan cuenta de eso.

Hay solo una cosa que me viene a decir:

¡Qué dulce pude ser la vida!

Publicado por Viki (japistachoco)

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