domingo, 21 de febrero de 2010

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: Relatos de los alumnos de FRANCIA

Hola estimados colegas.

Mis alumnos tuvieron una semana de prácticas en empresa y el viaje a España en febrero y todo esto contribuyó sin duda a que la mayoría no pudiera hacer su trabajo. Les he dicho que, en su lugar, pidan disculpas y que cuenten qué comieron en España.

Publico a continuación el relato de Hamza Kalloua.

Eduardo

1º RELATO:

Mi amigo es anoréxico

Uno de mis mejores amigos era anoréxico y estoy ansioso por contar su historia. Su madre era una diseñadora de moda y su padre lo abandonó al nacer. Desde muy pequeño, vivió en el mundo de la moda y sus modelos fueron los adolescentes delgados que su madre fotografiaba constantemente.Poco a poco, en su cabeza, se imaginó a veces gordo, a veces obeso. En un principio, a nadie le importaba, lo que era un gran error, e incluso su propia madre lo alentó en esta terrible pérdida de peso.

Después de dos meses se transformó completamente. Sus mejillas prominentes y sus articulaciones eran casi visibles. Tenía la piel pálida y podía ver sus venas a través de la piel. No podía practicar deporte porque le faltaba el aliento después de 2 minutos. Su ropa era demasiado grande para él, su maletín y sus ojos parecían pesar toneladas y toneladas.Se comía la mitad de una manzana al desayuno, un yogurt para el almuerzo y una tableta de chocolate por la noche. Se apresuraba a vomitar cualquier alimento que pasaba por su boca.

Yo sentía un poco de pena por el. ¿Por qué? Porque había perdido a todos sus amigos y estaba solo. Debido a que su madre no estaba preocupada e incluso parecía alentarlo. Porque estaba triste.Su pérdida de peso frenética fue acompañada de ira y depresiones en cadena. El sufrió mucho y sus resultados en la escuela bajaron. La ultima vez que habló con nosotros, nos dijo que su padre lo había dejado, probablemente porque estaba gordo, y estaba perdiendo peso para que un día regresara. Para mí, su anorexia le hizo perder la cabeza.

Un dia, un miércoles, estaba tan cansado que se cayó por las escaleras y se rompió una pierna. Su madre lo llevó al hospital y el médico vio que tenía graves problemas en el estómago y en los intestinos. Desde ese día no lo he vuelto a ver.

Se llamaba Vicente y tenía 13 años.

Hamza Kalloua

jueves, 18 de febrero de 2010

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: Relatos de los alumnos de BULGARIA


1º RELATO

“¡Qué delgada, Matilda!”

Septiembre 2008: Los padres de Matilda se habían divorciado hacía unos meses. Su madre alquiló un apartamento en una ciudad pequеñita. Todo era nuevo para ellas – la gente, el colegio, la vida en total. Matilda entonces tenía 14 años. Era rubia, de ojos negros como el azabache y tenía una sonrisa preciosa. Era una chica amable y serena, pero todavía no había sobrevivido la separación de sus padres. Tenía estatura de 169 cm y pesaba 53 kg.

Noviembre 2008: Ya habían empezado las clases en el nuevo colegio. Matilda conoció a los chicos y chicas, se divertía con ellos, pero seguía desesperada de lo que había sucedido en su familia. No lo admitía, pero quería que le prestaran más atención, que la notaran, porque en las profundidades de su alma echaba muchísimo de menos a su papá y a la familia que tuvo antes. Decidió que era necesario que adelgazara y empezó a comer solamente comida saludable – verduras y frutas, a veces pescado y a veces pechuga. Todo lo demás era totalmente prohibido. Ya pesaba 50 kg.

Enero 2009: El fin del semester se acercaba. En general Matilda era muy lista y siempre trataba de sacar las mejores notas posibles. Pero este año las notas no la interesaban de ningún modo. En su mente solo estaba la figura imaginaria de modelo que no la dejaba en paz. Se ponía a menudo ropa ajustada y … un día por fin sucedió lo que ella tanto esperaba. La notaron. Le dijeron: “¡Qué delgada, Matilda!” Pero esto no era suficiente, ¡debía adelgazar aún más! Llegó el día en el que no comió nada. Absolutamente nada. Se sentía perfectamente y pensó que si podía no comer nada un día, podía seguir así el siguiente día. Y el siguiente, y el siguiente.... Pesaba 46 kg.

Marzo 2009: Los profesores, los compañeros de clase y los amigos de Matilda ya notaban el cambio frapante en su aspecto físico. Estaban preocupados, pero ella los calmaba diciéndo que se sentía bien. Todo seguía como antes – agua, té y frutas (a veces). Pesaba 40 kg.

Mayo 2009: Su madre se había preocupado aún más y un día vino a casa después de trabajo con un pedazo de pastel con chocolate y crema. Llamó a Matilda y le dijo que hasta que no comiera el pastel, no se iría a dormir. La mamá dijo que si era necesario, se quedaría allí toda la noche. Matilda lloraba a lágrima viva delante del pastel pensando en lo que iba a suceder con su figura. Rogaba a su mamá, pero ella seguía siendo implacable. No podía escoger – comió el pastel y se fue a su cuarto. Se sentía horrible, ya entendía cómo había preocupado a la gente que la amaba. Se odiaba y a la vez se dio cuenta de que tenía que parar a destruirse la vida, pues ¡ solo tenía 14 años! .

...(dentro de unos meses)

...Matilda no se curó enseguida, era un largo proceso de recuperación del estado de ánimo y del estado físico con la ayuda de la familia y de los amigos. Ya no la importan los kilógramos. Disfruta de su vida y de su cuerpo y ...es muy feliz. Por fin.
Publicado por Maya

2º RELATO

En búsqueda de agua viva

Había una vez, en el más lejano confín del mundo, un reino mágico. Allí, la gente no conocía la carne y todos comían solo verduras y frutas. Por eso, todos los habitantes eran bellos y flacos como fideos. Allí vivía la más hermosa doncella del mundo – Caléndula, hija de la Luna y el Sol. Todos los días, ella andaba por las calles del reino, alucinando con su belleza a los ciudadanos. Su belleza era tan famosa, que desde todos los continentes llegaban príncipes para pedir su mano, pero ella siempre negaba, esperando el amor verdadero.

Un día, la bruja Quiquimora se enteró de la tranquilidad en que vivían los habitantes del reino mágico. Extrañada, ella ordenó a su gato Tiquismiquis que fuera al reino, para averiguar la razón. Tiquismiquis obedeció inmediatamente y empezó a buscar el reino mágico. Tres días y tres noches el pobre gato viajó por el mundo en búsqueda de información y al fin llegó a la zona limítrofe del reino. Cuidadoso, pero más curioso, el gato entró por las puertas y el primer momento no pudo creer en lo que veía. En el centro de la plaza mayor brillaba algo como estrella, algo que Tiquismiquis nunca había visto. Las caras de los ciudadanos estaban llenas de tranquilidad y de sueños. Alucinado, el gato se acercó a la estrella y cuando abrió sus ojos vio a Caléndula. Lleno de emoción, Tiquismiquis regresó a la cueva de Quiquimora y le contó todo lo que había visto. Envidiosa y enfadada, la bruja maldijo a la doncella que baje de peso cada día.

Días después, Caléndula salió a andar por las calles del reino y tranquilizar a la gente, como estaba acostumbrada. Pero bajando de peso, su ardor bajó también y su fuerza disminuyó. La gente no siguió tranquila, sino hubo pequeñas escaramuzas entre los ciudadanos. Asustado, el rey ordenó a su corte que encontrasen remedio para salvar a Caléndula, que continuó bajando de peso y empezó a parecer una anoréxica. Uno de los caballeros del séquito del rey, Plácido Sábado, al entender que la doncella fue maldecida, preguntó a su abuelo qué hacer. El anciano le dijo que hay solo un remedio, pero para encontrarlo se necesitaba mucho valor y empeño. Plácido, que estaba enamorado de Caléndula, dijo que iría al mundo de más allá para salvar su amor. Al oír eso, el viejo sonrió y le explicó al joven que esto era exactamente lo que tenía que hacer.

- Pero ¿qué tengo que buscar allí? – preguntó Plácido.

- Solo agua viva puede salvar la doncella. – el anciano sacó una botella llena de líquido transparente de su abrigo – Esto te ayudará.

- Pero ¿cómo me puede ayudar una botella? – dijo Plácido con inseguridad.

- Esto es una botella mágica. Cuando bebas del líquido que está dentro, irás al inframundo. Pero hay una regla – el viejo se levantó con empeño de su silla – has de regresar dentro de una hora. Si no... – el anciano abrazó a Plácido – !Ten Cuidado!

Entonces el joven entendió que no tenía tiempo para perder. Inmediatamente bebió el líquido, cuyo sabor parecía a cebolla caramelizada, cerró los ojos y cuando los abrió,vio algo tan extraño que por un segundo dudó si estaba en el mundo de más allá. En una mesa estaban sentados el Satanás y Hades, jugando al dominó. Entonces Plácido preguntó a Hádes dónde podía encontrar la fuente de agua viva. El segundo, muy feliz de haber visto algo diferente de cadáveres y condenados, le dijo con cortesía el lugar de la fuente – un poco detrás del Purgatorio,a la izquierda del río de sangre. Plácido, más extrañado que contento, dio las gracias a los señores del inframundo y continuó su marcha. Pero cuando estaba ya frente a la fuente, un pensamiento horrible le vino a la cabeza - ¿cómo iba a poner el agua viva en la botella,si el primer líquido todavía está dentro? El joven deliberó un poco en la situación y cuando le faltaban dos minutos para perder su alma, él bebió el líquido y mientras desaparecía, bebió del agua viva también.

Cuando regresó, vio que la situación estaba grave. Los ciudadanos estaban pegándose uno a otro, enfadados y llenos de odio.El joven empezó a correr como el viento y al fin llegó a la plaza mayor. Allí estaba Caléndula, que parecía una luciérnaga. Sin perder tiempo, Plácido la besó con todo el amor que tenía en su corazón, esperando algún milagro. Entonces las gotas del agua viva que estaban sobre los labios del joven, cayeron en la boca de la doncella. Hubo un breve silencio en que toda la gente estaba esperando la reacción de Caléndula. Entonces la más hermosa recuperó sus fuerzas, destruyendo el maldecido de Quiquimora, que con Tiquismiquis estaba en el inframundo jugando a dominó con el Satanás y Hádes. Nuestro héroe, Plácido Sábado se casó con Caléndula y de nuevo todos estaban felices y comieron perdices.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado...

Publicado por Martin (MasterM)


3º RELATO

El dulce de la vida

¡Qué dulce puede ser la vida!

Eso es lo que siempre he pensado yo. Y lo sigo pensando, pero ya mirando a las cosas de manera distinta, una manera que me permitió por fin sentir el gusto verdadero del vivir.

Me llamo Andreína y tengo 23 años. Toda mi vida me ha gustado la comida. Mientras a las otras niñitas, para hacerlas comérselo todo al almuerzo les cantaban canciones, las distraían con cuentos, incluso a veces les gritaban, mi madre nunca pudo quejarse de mi disciplina en la mesa, pues yo nunca dejaba el plato lleno. Y eso no solo para llegar al postre. No, a mi simplemente me daba gusto comer, gozar de la comida bien preparada. Me encantaba todo tipo de platos. Me parecían tan majestosos y al mismo tiempo excesivamente simples. La comida nunca te regañaba, no te juzgaba ni le molestaba lo que decías, no te hacía ni una sola pregunta. Estaba siempre ahí, esperando a que llegues, a que te sirva de motivo para que la sonrisa te ilumine la faz, a que te llena de felicidad y contento.

Creciendo un poco ya me convencí de que la cocina era el mejor lugar no solo de la casa sino de todo el mundo. Pasaba horas y horas ahí guisando viandas, revolviendo ensaladas, friendo papas, cosiendo pollos, mezclando sabores y al final, pues, gozando de mis creaciones al comérmelas todas yo misma. De hecho era inevitable que poco a poco subiera peso. Al fin y al cabo la escala terminó mostrando cifras de las que ahora ni me quiero recordar.

Pensaba que así era feliz pero trayéndolo todo eso a la memoria ahora me doy cuenta de que en realidad estaba afligidamente tratando de llenar un hueco que llevaba por dentro. No sabía a qué se debía pero era como si me falta algo, una pieza vital de mi comprensión del mundo sin la que me quedaba confundida, perdida, sola.

Pero entonces no me empeñaba en pensar en tal cosas. Me creía contenta, con mi cocina, mi comida y todos mis kilógramos excesos. Ya tenía 19 cuando un día todo cambió.

Era de otoño y yo pasaba por un puente pequeño en el parque cuando se me escapó de las manos una de mis manoplas. Cayó para abajo y yo, desesperada y desamparada, la observé zambullirse en el caudal del río cuya corriente poco a poca la alejó de mi mirada entristecida. Ya estaba por irme cuando oí otro salpico en el río. ¡Alguien se había quitado la chaqueta metiéndose en еl agua gélida y estaba nadando a toda velocidad persiguiendo a mi manopla! Por Dios, ¿estaba ese loco o qué? Era solo una manopla y además ni me conocía ese. ¿Qué fue lo que se le habría metido en la cabeza para hacer tal locura?

Sin embargo en unos minutos ya estaba fuera del río y junto a mí con una sonrisa en la cara, una clama sorprendente en los ojos y mi manopla en las manos.

¨ Se te perdió eso, ¿no? ¨

¨ Eh...pues sí... gracias. Pero, oye, ¿cómo se te ocurrió meterte en el agua a recogerlo con esas aguas de frío que pela? Era solo una manopla... Además, tú ni siquiera me conoces.¨

¨ Sí, es verdad.¨ Respondió con tranquilidad sin dejar de sonreír. ¨ Pero ¿por qué me va a importar eso? Si es solo una manopla u otra cosa... Lo importante fue hacer bien, comprobar mi existencia, vivir el momento. Y además, en ese mundo todos estamos conectados uno a otro, todos somos parte de la sociedad. Puede ser que no te conozca pero de manera alguna te siento, como tú a mí. ¿No es ese el sentido, poder estar conectado a los demás?¨

Así me dejó, inmutable, incapaz de asimilar lo pasado.

Nunca lo volví a ver. Ni supe su nombre. Pero sigo sintiéndolo como sé que él sigue sintiéndome a mí. Ya no me paso comiendo. Desde aquel día ya no sentía el tal hueco, ya no me daba ganas de devorar inabarcables cantidades de vianda.

Pero todavía me encanta la comida y todavía paso el día cocinando. Bueno, ya es distinto. Al preparar mis platos salgo a repartirlas entre mis parientes, mis amigos, la gente por el parque, los mendigos en la calle. Me da gusto ver el asombro en sus ojos, observar la sonrisa iluminarles el rostro. Siento la conexión con las personas aun más fuerte y sé que los demás, al aceptar mi bizcochos de chocolate, también se dan cuenta de eso.

Hay solo una cosa que me viene a decir:

¡Qué dulce pude ser la vida!

Publicado por Viki (japistachoco)
TRASTORNOS ALIMENTARIOS: Relatos de los alumnos de PORTUGAL

1º RELATO
¡Por fin, libre!

Clara tenía 17 años. Era una chica alta y delgada. Tenía el pelo corto, rizado y rubio y era guapísima. Era la chica más popular de su instituto. Les gustaba mucho a sus profesores. Era una chica muy comunicativa, inteligente, divertida. En sus tiempos libres le gustaba siempre ir de compras con sus amigas y su novio Pablo. A los fines de semana iba siempre de copas con sus amigos. Era conocida en todas las discotecas de su región por su imagen tan extravagante y por la forma como bailaba. Les daba envidia alas demás chicas.
Pero había algo que ella escondía de toda la gente. Nadie sabía que tenía un terrible secreto. Nadie reparaba en su alimentación. Ni sus amigas. Solo se preocupaban en estar con ella para tener algún status social. En casa, como sus padres casi no estaban, tampoco se preocupaban en saber qué pasaba con su hija.
Clara, para ocupar el hueco que tenia, porque sus padres no le daban atención y sabía que no tenía amigos de verdad y su novio ni siempre quería estar con ella, pasaba el día todo comiendo. Iba a la nevera y comía todo tipo de bollos o dulces, bebía todos los zumos... Todo lo que encontraba lo comía y cuanto más comía, más hambre tenía. E vacío parecía nunca llenarse. Pero cuando acababa de comer, devolvía todo lo que había comido. Esta era su rutina diaria. Pero nadie se daba cuenta.
Hasta el día, que la encontraron desfallecida en su cuarto de baño. Ese día ella no había bajado a la cocina, como siempre lo hacía y su empleado lo encontró algo raro. Ya estaba un poco atrasada para las clases. Decidió subir a su habitación pero no la encontró. Luego fue al cuarto de baño y la vio. Llamó a una ambulancia y a los padres de Clara. Sin embargo no le atendieron el teléfono. Parecía que nadie se interesaba por Clara.
Clara llegó rápido al hospital. Los médicos le dieron suplementos vitamínicos porque ella se encontraba muy débil. Quedó así dormida todo el día. Le hicieron análisis al sangre y a la hurina. La mañana siguiente despertó un poco mareada y no sabía como había ido para allá. Preguntó por sus padres, por sus amigos y por su novio al médico. Pero nadie había llamado al hospital. Empezó a llorar y no conseguía parar. El vacío que tenía estaba aún más grande y profundo. Se dio cuenta de que nadie se preocupaba por ella. Estaba sola en el mundo.
La enfermera fue a su habitación y le dio algo para calmarse. Los médicos no se creían. ¿Cómo era posible que nadie se preocupara por ella? Entonces llamaron al empleado para que fuera al hospital ya que sus amigos, familia o novio no iban ahí. Para que alguien la apoyase cuando los médicos le diesen los resultados de los análisis. Es que su enfermedad se encontraba ya en un estado muy avanzado.
Su empleado aceptó ya que ahora toda la gente la había abandonado cuando ella más necesitaba.
Al día siguiente, por la mañana, los médicos fueron a su habitación con el empleado y le contaron, con mucha calma, ya que la pobre estaba muy débil. Entonces le dijeron que sufría de bulimia y que ya estaba en un estado muy avanzado. Clara empezó luego a llorar y se abrazó al empleado. El mundo para sí se había desmoronado. Se encontraba sola. Toda la gente la había abandonado y no querían saber de ella. Y no sabía porque sus padres eran así tan fríos. Solo les importaba su trabajo. Ya no tenía más por qué continuar viviendo.
Después de esto vino una depresión que empeoró su situación quedándose aún más débil. Lloraba todos los días. Los médicos no sabían que hacer. La situación estaba muy mala. Como toda la gente que tiene este tipo de enfermedad no se quería creer que la tenía. Se recusaba a aceptarlo.
Una noche, despertándose de una pesadilla, dijo a si misma que estaba harta de todo esto, que tal y como estaba no podría continuar. Y decidió acabar con su vida. No quería saber del tratamiento. No quería saber de nada. Su vida no tenía más sentido. La encontraron muerta, por la mañana. Por increíble que parezca su cara tenía un expresión de felicidad porque ahora su alma ya se había libertado de todo el sufrimiento.
Esta es la historia de Clara Santiago.


2º RELATO

Todo tiene solución

María es una chica normal. Estudia en el instituto y tiene muchos amigos. Le gustan mucho sus dos mejores amigas. ¡Son inseparables!
María no es gorda pero tampoco es delgada como sus amigas y eso influya en su seguridad. Ella comenzaba a dudar de sí misma y así se vuelve tímida.
Un día, asistió a un programa en la tele sobre anorexia y bulimia y su cabeza se llenó de pensamientos sobre nuevas posibilidades de adelgazamiento. Empezó por dejar de comer cosas perjudiciales para la salud, como frituras y dulces. También intentó dejar de comer completamente pero no lo consiguió. Así intentó devolver toda la comida que comía. Este nuevo plan para María era mucho más fácil. Podía comer todo y devolver después y así no engordaba, aún que, al principio, vomitar era difícil. Tenía ahora ese problema: como vomitar sin grandes problemas... Decidió hacer una búsqueda en la Internet. Ahí encontró muchas soluciones. Tantas que quedó sorprendida.
Ahora la vida de María es completamente diferente: es muy delgada, no es segura de sí misma y se apartó de sus amigos, porque no quiere hablar con nadie. Vive para su enfermedad... Pero la historia de María no acaba así.
María se cansó de no vivir y como nadie sabía de su enfermedad tuvo que ayudarse a sí misma. ¡Tuvo mucha suerte! Ganó alguna confianza. Se hizo una persona divertida y poco a poco volvió a comer normalmente. No fue fácil ni tampoco un proceso rápido pero se curó.
Su vida ha vuelto a la normalidad: reconquistó a sus amigos y es una persona feliz!


3º RELATO


Los disturbios alimentares en la vida de María

María tiene diecinueve años. Hace tres años que sufre de anorexia y bulimia. A los quince años comenzó a vomitar e ingerir laxantes y diuréticos sin parar. Nadie nunca se dio cuenta pues estaban todos demasiado ocupados con sus vidas para ver que algo grave se pasaba con ella. Fue a diversos médicos que le dijeron que tenía gastritis. Comenzó un tratamiento que no resultó hasta que estuvo internada durante dos semanas en el hospital porque nadie conseguía descubrir lo que había de errado con ella. Hizo varios exámenes médicos y el diagnóstico continuó a ser lo mismo. Fue evaluada por la Psicóloga del Hospital que dijo que no era una enfermedad psicológica. Fue a unos 20 médicos hasta que su médico actual le diagnosticó la anorexia. María no inducía los vómitos, pero como se sentía tan culpada por comer, acababa vomitando sin darse cuenta de lo que realmente se estaba pasando. No soportaba comer. Llegó a quedar tres días sin comer. Solo comía una gelatina. Su estómago le dolía mucho. Incluso llegó a vomitar sangre varias veces para estar segura de que no tenía nada en su estómago. Le duelen mucho sus huesos y la cabeza, todo a causa de la anorexia. Empezó ya a hacer terapia 2 veces por semana y pesa 51 Kg., lo normal para sus 1,62m, pero ya llegó a pesar 39 kg. Ahora María dice que tiene fuerza física suficiente para combatir la bulimia, a pesar de vomitar ocasionalmente. Todavía no acredita realmente que pueda curarse. Ella piensa que se morir nadie se va a importar, pues se siente sola y abandonada. Come diversos chocolates al día como si esta fuera la única manera de tener algo “dulce” en su vida. Y solo se siente peor con eso. Pero alguna cosa en su íntimo no le dejó desistir de la vida hasta hoy. Decidió que va a curarse y quedar buena de una vez por todas.





miércoles, 17 de febrero de 2010

TRASTORNOS ALIMENTARIOS: Relatos de los alumnos de ESPAÑA

1º RELATO

Mi amigo el gordito:

"Tengo un amigo un poco especial, llamado por todos "Fran, el grandullón". Fran tiene 16 años, está bastante gordo (una de las razones de ese mote) y demuestra una personalidad bastante inmadura, ya que es un gruñón, que todo lo arregla con la violencia (he aquí la otra razón del apodo). Fran realmente no puede presumir de muchos amigos, me atrevería a decir que solo me tiene a mí y a otro más, a quien veo más bien como un "seguidor" que como un amigo. Pero a ver, ¿quién querría ser amigo de una persona maleducada, dominante y violenta? Fran consigue todo lo que quiere imponiéndolo. Por eso no tiene más amigos, porque la mayoría le tiene miedo. Nadie se atreve a hablar con él por no molestarlo, nunca nadie intenta ser amable con él, y lo más importante, nunca nadie se ha preguntado por qué es así.

Conozco a Fran desde que tenía 6 años y obviamente, no ha sido siempre como ahora. Recuerdo muy bien cuando empezó a ser de esta manera:

Al empezar sexto, cuando teníamos 11 años, en la 3ª clase de educación física, el profesor nos puso a hacer un circuito. Fran fue el primero y no olvidará ese momento jamás.

La primera prueba era saltar por el potro y Fran se cayó. Luego había que saltar unas vallas y tropezó.

Después tenía que mover los aros con las caderas y no podía porque estaban muy ajustados a su cuerpo.

Fran no acabó la carrera, ya que todo el mundo se estaba riendo y él se fue al servicio a llorar desconsoladamente.

Desde entonces, Fran no fue ya el mismo. De hecho, el Fran de ahora no es él, es una máscara. Fran tiene complejos, muchos, sobre su peso. Tiene miedo a volver a hacer el ridículo, a que le rechacen por ser gordo. Gordo. Palabra que Fran necesitaría borrar de su diccionario para ser plenamente feliz.

Y yo me pregunto: ¿Por qué somos así? ¿Por qué se rieron esos niños del mal ajeno? ¿Por qué miramos a Fran como si fuera un bicho raro? ¿Por qué tenemos la maldad de hacer chistes de él? ¿Por qué se le puso ese mote? ¿Por qué nadie se pregunta por qué Fran es así?

Fran aparenta ser fuerte, pero es muy sensible, parece que él solo se basta y se sobra, pero necesita muchísimo cariño. Fran en realidad no quiere ser el centro de atención por ser fuerte y temido, lo único que quiere es que lo miren como a un adolescente normal. Fran quiere sentirse apreciado.

Y nosotros, que queremos hacer cosas maravillosas, cambiar el mundo, pasar las guerras, instalar la paz... ¿Por qué no empezamos por algo más sencillo, como ayudar a una persona a sentirse querido? Y, lo más importante, a aprender a quererse tal y como es. ¿Por qué no mostrarle lo lindo que es?

Nadie es perfecto, así que, ¿por qué no dejamos de decir "la belleza está en el interior", y nos aplicamos el cuento de una vez?"
Mª Gracia Pérez García

2º RELATO

Mi amiga es anoréxica

Verónica, mi amiga, es anoréxica. Hoy está en la UCI del hospital. La familia y sus amigos estamos muy tristes y preocupados por ella.

Verónica es una chica muy guapa, simpática, buena estudiante y sobre todo buena amiga. Nos conocemos desde pequeñas de nuestro barrio, jugábamos a las muñecas, a maquillarnos con las pinturas de mi madre; éramos muy presumidas, ella más que yo. Eran tiempos muy buenos y felices.

Poco a poco la vida pasaba, nosotras dejamos atrás la infancia, habíamos pasado a ser unas adolescentes, cada una con nuestros gustos, con nuestras manías, pero siempre las dos juntas y buenas amigas.

Empezábamos a tontear con los niños, cada una teníamos nuestro preferido. Según ella, un día encontró su príncipe azul, aunque yo la verdad no la creía. Él se llamaba Jorge y a mí no me gustaba para ella, porque lo veía un chico un poco prepotente y creído.

Verónica se fue despegando de mí, ya no era la misma. Jorge la influenciaba mucho y la absorbía totalmente. Yo quería estar más tiempo con ella como siempre, pero ella su tiempo libre lo empleaba con él. Eso a mí me dolía pero en el fondo lo entendía. Al fin y al cabo él era su “novio”.

El tiempo pasó, y al poco tiempo nos llegó la noticia de que Jorge estaba engañando a Verónica con otra chica. Esa chica tenía el tipo de 10 de la clase. Todos los niños deseaban de estar con ella. Era alta, guapa y delgada.

Verónica comprendió que, como yo tantas veces le advertí, Jorge, no era de fiar, pero a su vez sentía unas ganas tremendas de gustarle de nuevo y de continuar con él. Sentía mucha envidia de la nueva novia de Jorge e intentaba equipararse con ella en lo máximo posible.

Verónica lo pasó muy mal. Yo estuve a su lado como siempre ayudándola a que no añorara tanto a Jorge y a que intentara comprender que él no merecía la pena.

Verónica con el tiempo se repuso, al menos era lo que yo creía, pero cada vez la veía más apagada, más delgada, más cansada en clase.

Me puse en contacto con su madre. Le pregunté si tenía algún problema en su casa con la familia; su madre me contó que ella también la había notado muy distante con ella y con constantes malas contestaciones y broncas. Además de eso había notado que comía menos y que, como yo le comenté, su aspecto físico era diferente al de siempre, pero que no se debía a problemas familiares.

Cuando su madre me lo contó decidí hablar con ella. Me puse muy nerviosa porque no sabía cómo iba a reaccionar, pero tomé aire y le pregunté:

-¿Verónica, que te ocurre? Soy tu amiga. Así que confía en mí y te ayudaré en todo lo que pueda.

-¡Es que acaso no lo notas! Me contestó furiosa. Estoy gorda.

Yo me quedé sorprendida, porque yo no compartía esa opinión. Así que le contesté:

- ¡Tú que vas a estar gorda! No seas tonta. Si estás muy guapa

- Si, Cristina, me miro al espejo y me veo supergorda.

Yo intente por todos los medios que me escuchara, pero fue imposible.

Verónica estaba cada vez más delgada y con menos fuerzas. Había perdido en los dos últimos meses casi 20 kilos. Su familia no sabía ya qué hacer. Su pelo era cada vez más fino y se le caía. Incluso se desmayaba al hacer gimnasia en el instituto. La situación empeoraba cada vez más. Se le diagnosticó anorexia.

Verónica había sido ingresada varias veces, los médicos le hacían entender que el hecho de que no comiera le podía perjudicar gravemente su salud, que poco a poco, si no comía, se iría debilitando y la tendrían que entubar para alimentarla, a fin de poder salvarle la vida.

La anorexia es una enfermedad muy peligrosa que se da mayoritariamente en la adolescencia. Se trata de un trastorno nervioso de la alimentación debido a diversas causas. La de Verónica era debida a que quería tener un cuerpo 10. Como el de la novia actual de su ex novio. En la televisión se presentan mujeres con ese tipo.

Eso trae como consecuencia que muchas personas que tienen dos o tres kilos de más contraigan esta enfermedad porque se obsesionan con su aspecto físico. No piensan en el valor interior de cada persona, que es lo que de verdad importa.

Mi amiga Verónica, como ya os he dicho, es anoréxica. Hoy sigue en la UCI del hospital. La familia y sus amigos estamos muy tristes y preocupados por ella.

Cristina Alvarado Quirós


3º RELATO

Mi amiga es anoréxica

Era la tarde del 8 Julio. Adriana, una niña de unos 16 años muy coqueta, iba de compras con su madre (Leticia). Quería comprarse unos simples vaqueros. Entró en una tienda (Berska) y le gustó un pantalón. Su madre accedió a comprárselos.

Adriana llegó a casa y corriendo se fue para su habitación, una habitación amplia para ella sola ya que era hija única, se plantó delante del espejo y se probó aquellos pantalones. A medida que el pantalón subía por sus piernas Adriana iba notando cierta dificultad para ponérselos.Ella volvió a mirar la etiqueta de aquel pantalón. Era la 38. Esa era su talla. ¡Cóomo podía ser aquello!. Adriana lo intentaba y lo intentaba, pero no había forma. Se dio por vencida y dejó aquel pantalón tirado en su cama.

Llegó la hora de la cena. Su madre había hecho una riquísima tortilla. Adriana fue a cenar muy desanimada y no probo bocado.

- Adriana ¿Por qué no comes? Dijo su madre preocupada.

- No tengo ganas mama -contestó Adriana.

- Hija, tienes que comer.

Adriana subió a su cuarto y empezó a leer una revista. En ella aparecían las jovencitas esqueléticas que para cualquier niña de esta edad son personas dignas de ser admiradas. Ella miraba aquellos cuerpos y miraba
el suyo. Se estaba obsesionando y sin que nadie lo advirtiera se estaba metiendo en un gran problema.

Pasaron días, semanas y Adriana seguía sin comer nada. Se encontraba muy débil y su madre y amigos se mostraban muy preocupados.

Era un 20 de noviembre. Adriana se preparaba para ir al colegio.

- Adriana coge el abrigo. Hace mucho frío –le dijo su madre.

- Mama te dicho que no me voy a poner el abrigo. Me hace gorda.

Adriana se marchó al colegio. Su madre se quedo pensando aquella frase que le había dicho su hija. Inmediatamente llamó a su marido. Él era un hombre de negocios, viajaba mucho y no se preocupaba de su hija. Pensaba que dándole todos los caprichos, aquella niña podía ser feliz.

- ¿ Antonio eres tú?. Tengo que hablar contigo. Estoy muy preocupada por Adriana.

- Leticia déjate de tonterías. Estoy en una reunión importante. No te obsesiones. La niña está bien.

Pasaron los días y Leticia seguían con aquel temor.

Un día el teléfono sonó. Era la directora del instituto de su hija. Adriana se había desmayado. Tal vez fuera conveniente llevarla al hospital.

Leticia cogió el coche y, a pesar de la oposición de Adriana, la llevó al hospital. Allí la sometieron a diversas pruebas médicas.

Tras unas horas de espera, el médico le dijo a Leticia que su hija estaba deshidratada. Emitió un diagnóstico: anorexia. Ella se quedo pasmada. ¡Cómo podía tener anorexia su hija! El médico pensó que si ella estaba de acuerdo podía ingresar en un centro. Había tenido muchos casos de niñas como Adriana y, en este centro, se habían recuperado. Leticia aceptó.

Madre e hija hablaron sobre esta posibilidad. Adriana se negó, pero su madre la obligó.

Llegó el día que Adriana tenía que ingresar en aquel centro. Se encontraba cerca de casa y su madre la acompaño. Llegaron a aquella puerta. Madre e hija se dieron la mano y entraron en aquel lugar. La sala estaba llena de niñas esqueléticas y enfermas.

Yo estaba en aquel centro. Yo sufrí anorexia al igual que Adriana y, por aquel entonces, ya me encontraba casi recuperada.

Leticia, en el camino de vuelta a casa, volvió a llamar Antonio, y lo puso al corriente de todo. Él le prometió que volvería a casa lo antes posible.

Desde el primer momento, Adriana y yo, nos hicimos amigas inseparables. Hablábamos de todo menos de nuestro problema, hasta que un día Adriana me pregunto:

-¿Tú por qué estás aquí?

- Yo, al igual que todas las que estamos aquí, empecé a obsesionarme con las modelos sin pensar en el photoshop. También me obsesione con las tallas sin pensar que varían de una tienda a otra.

Todo esto me provocó casi la muerte sin que yo fuera consciente.

Adriana llegó a la conclusión de que todo lo que le había pasado a su nueva amiga María era justo lo que también le había sucedido a ella. En este centro había muchas sicólogas, pero para Adriana no la había mejor que su amiga. Una vez rehabilitada, María salió de aquel centro. Adriana, muy triste, pensó que su amiga no volvería jamás por allí. Pero no fue así. María, al igual que sus padres, iban a verla todos los días.

Pasaron varios meses. Completamente rehabilitada, Adriana salió de aquel centro. Desde entonces, María y ella permanecen unidas y se dedican a ayudar a otras niñas con semejante problema.

Ana Mª Rondán Estudillo